Porque tanto te deseé
apareciste un día,
aunque no te sabía.

No sabía de tu voz
ni de tus labios
no sabía de tu mágica sonrisa.

Porque tanto imaginé
en horas silentes,
tú estás aquí,
en mi mente
desde siempre.

Salvo que hoy puedo
tocarte dulcemente
y desde tus sienes
 con mis dedos
recorrerte,

abriendo paso,
detenida y sutilmente,
al  suave vértigo
que luego nos envuelve.

Porque tanto te deseé
apareciste un día
aunque no te sabía.

No sabía de tus luchas
mi buen caballero,
pero ahora te veo,

envestido en los ropajes
de tus justas batallas
con el temple intacto,
desbordado de amor
tu corazón expuesto.

No sabia tantas cosas,
conquistador de mis sueños,
como de tus bellas manos,
que cuando toman las mías,
siento que alzamos vuelo.


















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